
¿Ves esas arrugas que tienes entre los ojos, y esas espesas cejas que se contraen en lugar de arquearse, y esos dos negros demonios que jamás abren francamente sus ventanas, sino que centellean bajo ellas corridas, como si fueran espías de Satanás? Proponte y esfuérzate en suavizar esas arrugas, levantar esos párpados sin temor y convertir esos demonios en dos ángeles que vean siempre amigos en dondequiera que no haya enemigos indudables. No adoptes ese aspecto de perro cerril, que parece justificar la justicia de los puntapiés que recibe y que odia a todos tanto como al que le maltratara.
Emily Brontë
Cumbres borrascosas, capítulo 7